lunes, 8 de noviembre de 2010

Noviembre me viene como anillo al dedo. La ciudad se va terminando, se acaba de a poco, continúa con su trajín por deporte pero poco a poco va volviéndose tenue, silencio, verano. Noviembre guirnalda de bienvenida final, se va el año, nos tomamos por sorpresa despidiéndonos de la perfección, del esplendor hermosura de la cotidianidad del que ama, hay que sacarle el jugo a Noviembre, irse, a una ciudad donde el mar sofoque el incendio, donde haya un lago para decir basta y hundirse. O irse a un balcón. Algo. Donde no haya odio, no haya. Noviembre maleducado, húmedo mentiroso, vos y yo una cama, vos y yo tan pero tan lejos por un pelo. Noviembre amamantando el deseo, que se vuelve brutal, cínico, obsceno y por ahí va la cosa. El amor entre los restos del desastre, Noviembre final y origen, nosotros luchando, uno contra uno, los dos contra todo, ya no se sabe donde está la parte dorada, dónde la oscuridad, los proyectos, los días que vendrán, las todas cosas que nos hacen creer que, pero en realidad.
Quién sabe lo que queda de Noviembre. Qué traerá. Quién sabe qué parte de nosotros va a desafiar este dejo del año, estos días contados. Qué será del desmedido más adelante, qué será del pasado pasado y de este mismo pasado en nuestro escenario futuro, no se, hay una arbitraria sutil gana de irse a buscar el estallido siempre y cuando haya amor, un amor hay, que Noviembre saca al sol, y habría que llevarlo a pasear, paque no se aburra, paque se ponga bien, el lema tiene que ser "siempre y cuando con amor", y así cualquier "a partir de ahora" podría ser prometedor y digno de ser vivido con felicidad, volver a ser felicidad como antes del noviembre hijo e puta que nos toca en gloria.