viernes, 13 de noviembre de 2009

su nombre todos los nombres


Para entonces había empezado a llover. Esas lluvias que vuelven noche las tres de la tarde, pisé el suelo y había tierra que volaba húmeda.


Busqué apenas y ahí estaba: Tranquilo, fresco, fresco y andando.


Yo siempre había tenido el afán de conquistarlo pero no tenía armas, me quedaba corta y entonces tuve que pedir otro vino.


Y sacar todas las verdades a mojarse en la lluvia, porque eran las cuatro de la tarde ahora, y era mas gris y menos negro.








Me he sentado a esperar porque no tuve tiempo ni intenciones de levantar guardia, no quería sufrir de nuevo.


Así que dejé que el día siguiera latiéndome extraño en el cuerpo, en las ganas, porque tenía muchas ganas, y no podía hacer nada con eso.


Estaba adormilada sobre ese deseo, me estaba entregando y sabía que eso no era sano.




Caminé mucho y seguía lloviendo, y encontré dos ríos. Que quedaban muy lejos uno del otro. Entonces amarré los dos ríos. Ofrecían una resistencia admirable, pero los contuve. Y los uní en un sólo río. Y se formó un mar. Un mar manso, sin olas. Y a ese mar, que era enorme pero no infinito, le puse su nombre.


Y después nadé en él. Todo lo que pude. Y antes de ahogarme salí corriendo, empapada y tenía frío. me senté en la orilla y lo miré, lo miré. Durante horas lo admiré. Repetí su nombre una y otra y otra vez, era el bautizmo de mi entrega. Y después los solté. Y los dos ríos se fueron, un poco cada uno con el nombre de él, que de pronto y a veces es el nombre mío.


Y yo volví a casa, todavía un poco mojada y un poco salada también, pero por lo menos ahora no llovía.

Dí por finalizado mi ritual, porque tenía que lavarme, vestirme, elegir una linda cartera y salir a la calle a seguir anotando puntos en ese otro ritual que es la carrera por vivir el mundo como dicen que se debe vivir....








domingo, 1 de noviembre de 2009

paisaje difuminado

Si sentimos la reminiscencia no es casual ni es nuestra tan consagrada creatividad, es que sucede lo que sucede: muerte de la esperanza, el mareo, el cansancio nauseoso de ese condenado lugar. el de siempre, lo demás, lo que nunca existió, se dibuja llanura rosa y arcaica, fruta roja y pudriéndose en algun horizonte del deseo, izar la bandera triunfal, tirando de una cuerda sucia que quema los dedos, y deja llagas, de triunfo trunco, tan alto que deja de ser triunfo y se vuelve férreo maquillaje del fracaso hermano, el perseverante fracaso nuestro de cada día, el que vemos y el que obviamos, el que callamos y el que no queremos oir, y así y todo la sonrisa, terrón de azúcar y bizcochuelo, el festejo lóbrego de confesarse inútil ante la inutilidad del otro.
Y así y todo la vida, en el cielo las estrellas, en el campo las espinas y en en el medio de mi pecho que es mi tierra el yahoraqué que sale grito y se va a ese cielo y se vuela, como la bandera que izamos hace solo un rato nomás.