Si sentimos la reminiscencia no es casual ni es nuestra tan consagrada creatividad, es que sucede lo que sucede: muerte de la esperanza, el mareo, el cansancio nauseoso de ese condenado lugar. el de siempre, lo demás, lo que nunca existió, se dibuja llanura rosa y arcaica, fruta roja y pudriéndose en algun horizonte del deseo, izar la bandera triunfal, tirando de una cuerda sucia que quema los dedos, y deja llagas, de triunfo trunco, tan alto que deja de ser triunfo y se vuelve férreo maquillaje del fracaso hermano, el perseverante fracaso nuestro de cada día, el que vemos y el que obviamos, el que callamos y el que no queremos oir, y así y todo la sonrisa, terrón de azúcar y bizcochuelo, el festejo lóbrego de confesarse inútil ante la inutilidad del otro.
Y así y todo la vida, en el cielo las estrellas, en el campo las espinas y en en el medio de mi pecho que es mi tierra el yahoraqué que sale grito y se va a ese cielo y se vuela, como la bandera que izamos hace solo un rato nomás.
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