Cuál será el color de la libertad? De qué color es exactamente la libertad?
A mi esto de declararme a lo poeta muy bien no me salió nunca. De hecho algunos y solo algunos poetas, se me plantaron siempre de una manera tan agnóstica en cuanto a dichas declaraciones, tan rebozantes de belleza sin fundamento emocional sino cabalmente teórico y esquizofrénicamente metódico, que me volví más intérprete de sus propias emociones que de las mías, intentando escribir lo que quería leer, lo que quería que me escribieran a mi. Naturalmente no lo consigo. Termino sin hacer nada con las palabras propias ni las del otro.
Ni digo, ni me dicen.
Debe ser mi negación para con la lírica, me sienta bien el desorden de cualquier prosa mal puesta en cualquier lado, se me hace más acogedor. O mi tendencia a querer resolver el problema ajeno con armas propias, pero resulta que soy "acombativa"No me sale la guerrita. No me sale el mano a mano. Prefiero escribir lo que me gustaría que me escriban.
A veces cuando estoy demasiado desanimada se me ocurre salir al aire, mirar para arriba como esperando algún suceso revelador y resulta que arriba lo único que hay (y claro, tontita) es el cielo y llamate contenta porque un día ya ni cielo va a haber, y para adelante el día a día, que espanto de desánimo, y abajo bueno, un colchón y una tendencia hacia la gana de nada, que culmina con la acción de la nada propiamente dicha, llámese: tirarme en ese colchón que me está haciendo ojitos hace rato, dejar de negármele al adornado abandono y no levantarme por un buen tiempo que para mi serían muchas, pero muchas horas.
De pronto puedo ponerme naif muy groseramente, es decir bien a lo post moderno, e imaginarme que el colchón se eleva, y que los campos, los viajes, los colores y la paz y hacerme todo un video clip mental animado como los de cualquier bandita optimista y con connotaciones surrealistas, pero no, ni siquiera. Lo único que me parece medianamente tentador, bello y con algún tipo de sentido, alcance, valor u orientación es acostarme ahí y no levantarme para hacer absolutamente nada.
El por qué de esta pretensión no lo se. Como buena ciudadana tipo, hija pródiga del monstruo padre Occidente y sumida en la constancia insoportable de la ciudad, se me ocurre que este objetivo inmenso e inalcanzable de la nada se debe al exceso de ganas que experimento todos los días, cada hora de cada día. Debe ser que a veces a uno le desborda el huequito de la paciencia, del camino andado y por andar, el sector del optimismo, del todos los días, de la famosa sal de la vida y entonces bueno. Lo llamo cansancio.
Ahí es donde aparece la cuestión de la libertad. Si yo tuviera que decir qué es la libertad, y, qué querés que te diga, la libertad sería tirarme en ese colchón, o podría ser en un parque de la ciudad (porque no tengo otra cosa, porque soy de la ciudad) y que no me rompan mas las pelotas, porque al final para qué? para qué? ya lo había dicho Nietzche, Sartre y hasta Fromm que siempre tiene esa visión amable de las cosas: La libertad que me enseñaron me soba cada una de las partes que tiene mi existencia, al final yo estoy soberanamente cansada del pedido externo de lo justo, de la virtud y del amor, todo cháchara, todos caretas.
Entonces ahora, ahora que no escribí lo que quería leer, que no dije siquiera lo que yo quería decir, me encuentro en la dicotomía de hacer caso a mi libertad, que en realidad tiene el color que tengo yo y me dijeron que soy color azul, o hacerle caso al sentido del mundo que habito y que es más mi hábitat natural que mi propio sentido común.
Ese dilema queda abierto para otra ocasión y yo me voy a ir a pegar un baño, como para no salir a golpear a cualquiera que se me cruce por en frente, es eso o meditar, pero esto último me da un poco de miedo. A ver todavía si me vuelvo feliz.
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