Buenos aires es una ventana, una postal cruda con colores bien vivos que se estrellan contra la cara y golpean cuando se asoma la cabeza, una ventana o el cuadro en la ventana, una puerta que se abre y encierra, suda y me escapo
la ventana buenos aires se abre infame, empapada en su propia saliva, pegajosa y rendida a su propia belleza, la suya que es la de ser tan suya, tan hija de puta, tan buena hija de puta, y se amontonan las nubes
sobre un techo. me disperso mirando una buenos aires soñada hace tan-pocos-tos años por gente que planeó lo que nunca fue, una buenos aires soñada entre pluma y tinta, utopía hiriente, para mi que soy el pueblo, que miro mi buenos aires como miro la palma de mi mano o al verdulero, incorregible, inamovible, no se puede arrancar, no se puede ceder a la violencia que sale de mi ciudad contra mi, y es violencia que me desarma con la forma de un beso o de una canción.
mi mano abre esa ventana y la traspasa, la vive para dejarse morir en ella, en el paisaje perpetuo, el llanto idiota que nos sale tan lindo, si es buenos aires siempre nos sale lindo, hasta el disturbio, hasta la rendición nos queda bien,
buenos aires ahora ya se vuelve una mirilla, un pedacito de agujero, un hueco dentro de otro hueco, pasar no es quedarse, nunca es quedarse en buenos aires, porque uno no sabe bien si está comiéndosela o está dejándose comer,
un stop.
retrocedo
la ventana está cerrada. Ya no se sabe de qué lado estoy, si de el de la postal o del de afuera, el del berrinche buenos aires, el nacimiento, la tragedia rosa buenos aires, ya no se sabe si es este mi sueño o es buenos aires que se queda dormida a veces y me sueña a mi, si es el sueño de otro, un otro que se deja soñar una tarde nublada, que es cuando la ciudad descansa mas, porque el gris no nos gusta, y el vidrio se empaña, y ya no se ve nada, y ya no se sabe si entrar, si salir o si seguir esperando que todo explote alucinantemente, que todo se descoque con fulgor, con enigma y con toda la agresión que guarda cada calle, que explote la mansión buenos aires, y su imperdonable sentido de levedad, de enfermedad curada con aspirineta y pelotudeo, que explote ventana. Y se vuelva quietud, de una santa vez por todas y para siempre.
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