viernes, 2 de abril de 2010

Puente Tristeza

También yo quisiera despertar un día y no tener que pensar en que el día próximo habrá que volver a despertar. Saber que cada despertar supone una nueva elección me aglomera, y algunas mañanas hasta me apena, me acongoja. Me da miedo. No es culpa del devenir, ni del hijo de puta que alguna vez le puso nombre al tiempo, ni de mis no demasiadas certezas morales, no es eso. Es que yo deseo ser al mismo tiempo, todo lo que puedo ser. No me he detenido nunca a observar la materialización de mi misma, siempre estuve esperando mañana para poder ser esto, pero también lo demás. Mañana es siempre una promesa, un espacio donde volcar la fe y el ensueño también. De pronto mañana resulta muy parecido a hoy. Allí es donde me desespero. A veces me olvido de que soy casi una totalidad de construcciones de un otro ente mayor, la sociedad, el mundo, dios, algo. Digo casi porque hay una-otra-parte que es la que dice esto, la que se pregunta y dice: también yo.También yo, porque tampoco entiendo como debe funcionar este engranaje de hechos y respuestas, también yo que cada tarde me siento acá y pienso cuál es la manera más cómoda y feliz de evidenciarme a mi misma, de plantarme como ser real y útil en el mundo. Un trabajo. Una casa. Las personas. Es eso lo que debo ser? Ah.. Ahí aparece: Me siento infame. Una ignominia que le dicen. Una cosa espantosa, falta de ser, de merecer, una inmoral, antiética, absurda, pendeja y pelotuda. O será que soy demasiado real para este circuito de creación humana. Me quedo con la segunda para no sufrir tanto.Me resguardo entonces en un fragmento de frío, volverme frío, ser el frío, el frío me es una imágen concreta. Es el frío de una sola manera y es siempre. Es tenaz, finito. No así el calor. El frío existe y se manifiesta seco, puntual, discreto en toda la luminosidad que guarda. FRÍO. Me salva eso. La visión de la vida desde una perspectiva precisa, delimitada. No condicionada, pero si exacta. Mi visión es otra. No puedo concederme el lujo de caer en la tristeza, no puedo abandonarme al horror, al espasmo diario, reflejo, cuando choca contra mi todo eso que no soy y que .porque el resto quiere-quiero ser. No puedo ceder a entender el mundo con desdicha y recelo, porque yo todavía creo, mal que les pese a tantos, que la vida y la libertad han de construirse desde la verdad y no desde el deseo. Ahí el frío. Inventarse el optimismo con altura, dar valor al instante, al momento en cero, a la enorme, o ínfima o perfecta o nefasta construcción que yo hice conmigo, ser un ser en el mundo, existir y solamente decir: soy yo. Yo también o sólo yo, alcanza y sobra para andar por la vida con la frente un poco más en alto. Porque sino se muere de angustia. Se muere de angustia. Y todavía no es el momento. Es un lujo que no quiero merecer.


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